Artabán, el cuarto Rey Mago

Cuatro reyes magos acudían hacia la refulgente Estrella de Belén que anunciaba el nacimiento del Rey de Reyes. Artabán era el cuarto rey mago y llevaba un diamante, un jaspe y un rubí. Durante la travesía interrumpió su camino para curar las heridas de un viejo moribundo a quien llevó a una hospedería donde ofreció el diamante como pago mientras el viejo desconocido se recuperara. Retomando el viaje, sus tres compañeros habían partido.

En su solitario peregrinar, llegó con tres días de retraso a Nazareth y en vez de encontrar al Rey recién nacido, encontró a los soldados de Herodes degollando a los menores de tres años. Artabán ofrece el rubí destinado al Rey de Reyes a cambio de la vida de uno de los niños. Así transcurrieron los siguientes treinta años para el cuarto rey mago: ayudando a cada necesitado que encontraba en el camino, perdiendo la pista hacia el encuentro con su Rey Salvador.

Pasado ese tiempo, fueron llegando noticias de los milagros de un Mesías que no eran sino del mismísimo Rey de Reyes al que anduvo buscando. Se anunciaba la crucifixión de Jesús, y Artabán se dirige al Monte de los Olivos, pero en el camino tuvo que auxiliar con el jaspe las deudas de una pobre mujer. Ya malherido y cansado, Artabán llega en el momento en que Jesús agonizaba al igual que él.

Artabán, el cuarto rey mago, se disculpa; a lo cual Jesús contesta: “Tuve hambre y me diste de comer, tuve sed y me diste de beber, estuve desnudo y me vestiste, estuve enfermo y me curaste, me hicieron prisionero y me liberaste… lo que hiciste por tus hermanos, lo hiciste por mí… esta noche estarás conmigo en el Paraíso”.

 

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